El frente de la Ciudad Universitaria
El golpe militar iniciado en África el 18 de julio de 1936, fue sofocado en Madrid al día siguiente; a partir de ese momento tomar la capital se convertirá en objetivo clave para los insurgentes. Frenados por el norte en la sierra de Guadarrama por las unidades republicanas, Franco ordenará el avance desde Sevilla a través de Extremadura. Así, el 6 de noviembre las fuerzas nacionales al mando del general Varela ocupan el cerro de los Ángeles, Villaverde, Carabanchel Alto y el oeste de la Casa de Campo. Desde las posiciones de la Casa de Campo cruzando el Manzanares, y desde el puente de Segovia iniciarían el 8 de noviembre el ataque a Madrid; ataque que será duramente repelido por los republicanos.
La noche del 15 de noviembre las vanguardias de los sublevados -dos tabores de Alhucemas al frente del teniente coronel Asensio- consiguen vadear el río y vivaquean en el edificio de la Escuela de Arquitectura; al día siguiente ocupan la Casa de Velázquez tras romper la brutal resistencia de una compañía de internacionales polacos, y llegan a Agrónomos. El día 17 alcanzan el antiguo Asilo de Santa Cristina y el hospital Clínico, donde se desarrollará una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo.
Ante el gran número de bajas y la feroz resistencia de las tropas gubernamentales, el 23 de noviembre Franco ordena detener la operación de ataque y mantenerse en las posiciones alcanzadas, lo que dará lugar a la estabilización del frente en la Ciudad Universitaria.
De esta manera y hasta que termina la guerra en marzo del 39, el ejército insurgente mantendrá una cuña de penetración en Madrid, con el Clínico como posición más avanzada, y limitada en su flanco sur por el parque del Oeste y en el norte por el Palacete de la Moncloa.
Por su parte, las fuerzas republicanas recuperarán la iniciativa táctica intentando estrangular la cuña franquista desde el Puente de San Fernando por el norte, al puente de los Franceses por el sur. En la Ciudad Universitaria se harán fuertes en las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias y Medicina. Así se mantendrá una línea de frente de unos 8 kilómetros de largo, que por la cercanía de ambos bandos, obligará a los contendientes a un constante tiroteo de puesto a puesto y al desarrollo de todo un laberinto de trincheras y refugios.
La entrada de Madrid se convirtió de esta forma en una guerra de posiciones que devastará la recién inaugurada y no terminada Ciudad Universitaria. En el frente universitario se emplearon de manera sistemática y exhaustiva las minas; la guerra de minas iniciada por los republicanos en el mes de diciembre del 36, brutal por sus consecuencias, exigió en ambos bandos la participación de unidades especializadas de zapadores que previamente cavaban galerías y pozos de hasta 15 metros de profundidad:
En cada sector, un equipo de vigilancia provisto de geófonos bajaba todos los días a la galería para comunicar las observaciones y realizar las marcaciones. Una vez comprobado que el equipo enemigo estaba próximo se preparaba la contramina, que solía ser una carga de unos 500 kg de dinamita para romper la adhesión al suelo, enterrar al enemigo y anular su galería de ataque (Abriendo camino: historia del arma de ingenieros, 2003)
La Escuela de Arquitectura
Por estar en una posición relativamente resguardada y central dentro del sector de los sublevados, el puesto de mando se situó en el edificio de la Escuela de Arquitectura, a cargo de Ríos Capapé, militar africanista destinado en las Fuerzas Regulares Indígenas de Alhucemas. Arquitectura contaba además con la ventaja de estar directamente comunicada con la retaguardia franquista a través del río Manzanares por la conocida como “pasarela de la muerte”. La pasarela, en sus diferentes versiones a lo largo de la contienda, se convirtió en auténtico cordón umbilical que permitía aprovisionar, municionar, relevar unidades y evacuar heridos, por las noches, ya que desde el puente de los Franceses a 700 metros, era constantemente batida por ametralladoras republicanas. El punto de enlace de la retaguardia era el recinto de Firmes Especiales en la Casa de Campo, desde donde llegaban los convoyes a la explanada de la escuela –la actual rosaleda- que los nacionales llamarán “Plaza de España”.
Así desde la posición central de la cuña franquista en Arquitectura, con el apoyo defensivo de los edificios de la Casa Velázquez y de la escuela de Agrónomos, y con el respaldo artillero desde el cerro de Garabitas, se construirá una red de trincheras y caminos cubiertos que comunicarán con el resto de los subsectores del frente de vanguardia, Clínico-Asilo de Santa Cristina, Instituto de Higiene-Parque del Oeste y Palacete de la Moncloa. Los trabajos de los primeros meses se centraron en fortificar y perfeccionar todo este entramado, en lo que Ríos Capapé llamó “urbanización” de su “Ciudad”.
Además de cuartel general, la Escuela de Arquitectura sirvió de central de transmisiones, depósito de armas y víveres, lugar de esparcimiento de la tropa y, hospital de primera línea. El llamado “hospitalillo de Arquitectura”,completamente equipado y atendido por cuatro oficiales médicos, se instaló en los sótanos del edificio, probablemente en la conocida como el aula-museo, con el fin de atender a los heridos que no podían ser evacuados hacia la retaguardia (en el hospital de Griñón):
Allí, aunque cercados, se operaba. Tenían que abastecerles por la noche y con grandes precauciones por un muy batido puente. Allí había siempre un equipo quirúrgico que se consideraba de gran riesgo, con médicos militares de carrera. (Mariano F. Zúmel en Los médicos y la medicina en la Guerra Civil Española, 1986)
También en Arquitectura, se instaló el “hogar del combatiente”, bar para recreo de soldados y oficiales en los relevos de la primera línea del frente, atendido por mujeres de la Delegación de Frente y Hospitales de Falange.
Varios testimonios mencionan el uso de sacos terreros protegiendo las ventanas del edificio, pero viendo los impactos de bala y metralla recibidos en algunos libros conservados en la Biblioteca, está claro que también se utilizaron libros como parapetos. La Biblioteca en aquellos momentos, era de las más importantes de su ámbito en Europa, sobre todo desde que en 1903 el ingeniero afincado en Estados Unidos, Juan Cebrián se convirtiera en su protector costeando la compra de las novedades bibliográficas que se publicaban en Europa y Estados Unidos sobre arquitectura. La biblioteca fue una de las ilusiones de Modesto López Otero desde su nombramiento como director de la Escuela en 1923, y durante la guerra no cesó de instar para que se evacuaran los libros a un lugar seguro fuera del frente.
El entonces director de la Biblioteca Fernando Ariño narra cómo se procedió:
Merced a las laboriosas y entusiastas gestiones del Director y Profesor de la Escuela D. Modesto López Otero cerca de los Jefes del Ejército que mandaban aquel sector ser pudo conseguir la evacuación de los libros utilizando los mulos de aprovisionamiento de las fuerzas militares con unas dificultades y riesgos que la situación del edificio hace innecesario detallar. Los libros que por este procedimiento pudieron ser retirados fueron depositados en diversos lugares de la retaguardia y por último en el Seminario de Ávila. (Ariño. Informe enviado al presidente de la Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos solicitando un crédito extraordinario. Octubre 1941)
Este destino de los libros se confirma en un documento del Servicio de Recuperación conservado en la Universidad Complutense:
El Teniente Coronel de E.M. D. Alfonso Rey Pastor consiguió evacuar del edificio que ocupaba la Escuela de Arquitectura la espléndida Biblioteca de este Centro que constaba de unos 10.000 volúmenes entre los cuales hay ejemplares de extraordinario interés, como las obras de los grandes tratadistas del Renacimiento y una magnífica colección de planos de arquitectos españoles, entre otros Ventura Rodríguez. Depositada por orden de la Subsecretaría de Guerra en el Parque de Intendencia de Leganés, se hizo cargo de ella el Archivero Agente del Servicio de Recuperación y Defensa del Patrimonio Artístico Nacional Sr. Rivera Menescao, el cual la ha depositado en excelentes condiciones de conservación en el Seminario de Avila (Torres Santo Domingo, Marta. Libros que salvan vidas. 2005)
Además, Pilar Chías en su tesis también recoge un testimonio de cómo una pequeña parte de los fondos se llevaron al Hospital de Santa Cruz de Toledo.
Terminada la guerra se trasladaron los libros nuevamente a Madrid, a la sede provisional de la Escuela en la calle de los Estudios, pero no se recuperó todo. Ariño calcula que desaparecieron un 60% de las obras, y el resto sufrió mucho en sus encuadernaciones.
Las pérdidas no afectaron únicamente a los fondos bibliográficos, López Otero describe así la situación:
Cuando, terminada la heroica lucha y llegada la paz con la Victoria pudimos entrar en los derruídos locales que tres años antes abandonamos flamantes, nos dimos cuenta de todo lo perdido: la magnífica colección de planos y proyectos de pensionados de Roma, entre ellos los dibujos de la Columna Trajana, por Inza; los del palacio ducal de Venecia de Aníbal Álvarez; los de Restauración del templo de Vesta, de Pavía; los de Zabala, Amador de los Ríos y tantos otros, además de aquellos bellísimos proyectos para solemnizar fiestas reales y la ampliación de la Universidad de Alcalá, de Ventura Rodríguez, con otras obras de capital importancia del archivo escolar. No menos daños sufrió la magnífica biblioteca de 18.000 volúmenes, la mayor parte procedentes del espléndido donativo Cebrián, y que suponíamos totalmente desaparecida. Pero tuvimos la suerte de salvar aproximadamente dos tercios de ella, que merced al interés del jefe de la fuerza de ocupación, coronel Sr. Ríos Capapé, fue primeramente defendida y luego heroicamente evacuada por el puente del Generalísimo hacia lugares seguros. Se perdieron totalmente el archivo, el material topográfico y gran parte de los modelos de enseñanza. (RNA 20/1943)
La reconstrucción
Aunque la Guerra Civil se decidió en otros frentes, la Ciudad Universitaria de Madrid volvió a ser protagonista el 28 de marzo de 1939. En las ruinas del Clínico se formaliza la rendición del ejército de la República representado por el coronel Prada, que entrega Madrid al coronel Losas, y supone la entrada de las tropas franquistas en la ciudad.
El estado de destrucción y expolio en el que quedaron los edificios de la Ciudad Universitaria hizo dudar de su reconstrucción y tentó al nuevo régimen a mantener las ruinas como símbolo de la “cruzada heroica”. Finalmente se optó por recuperar los edificios cuya construcción estuviera ya muy avanzada antes de la guerra, y demoler los que habían quedado prácticamente destruidos (Asilo de Santa Cristina, Instituto de Higiene) construyendo en su lugar, como señala Bonet Correa, nuevos edificios en el más puro “estilo neoherreriano, imperial y fascista” (Colegio Mayor José Antonio, Museo de América y Escuela de Navales). Estilo imperial que alcanzará su culmen con el arco de la Victoria, proyecto que se encargó en 1942 a López Otero, aunque no se construiría hasta 1956:
Como puerta de entrada a la Ciudad Universitaria, y con el concepto romano de arco triunfal en honor del Caudillo vencedor, se levantará este monumento al Generalísimo Franco, restaurador de los edificios destruídos en aquel escenario de la guerra de Liberación. (La Ciudad Universitaria de Madrid, 1943)
El 10 de febrero de 1940 se creó la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria, dependiente del Ministerio de Educación Nacional, presidida por Franco y con el director de la Escuela de Arquitectura, Modesto López Otero y el director general de Arquitectura, Pedro Muguruza como arquitectos directores. Como Muguruza prefirió mantenerse al margen, López Otero siguió al frente del gabinete técnico que trabajó antes de la guerra, aunque con las ausencias de los arquitectos Lacasa y Sánchez Arcas que se exiliaron, y del ingeniero Petrirena muerto en la contienda.
La reconstrucción de los edificios se realizó partiendo de los proyectos originales, con algunas modificaciones puntuales. En la primera fase se incluyó la reconstrucción de la Escuela de Arquitectura. El edificio proyectado por Pascual Bravo Sanfeliú en 1933, empezó a utilizarse en junio de 1936 con la celebración de los exámenes de ese curso, sin haberse todavía inaugurado oficialmente. López Otero describe así el nuevo edificio:
El edificio era de planta muy articulada, resultante de la necesidad de acomodar los diversos locales precisos para la enseñanza en las mejores condiciones de disposición, tamaño e iluminación […] La construcción se había llevado a cabo con el máximo cuidado y esmero, y todas las instalaciones eran un modelo de perfección y modernidad […] Su estructura era de hormigón armado, sus zócalos y pilastras de granito, el frente del cuerpo central de sillería de Almorquí y sus fachadas de ladrillo fino de Andújar. (Arquitectura 6/1941)
Tras la guerra el edificio sufrió grandes desperfectos, de los que habla también López Otero:
Proyectiles de todos los calibres perforaron el edificio por centenares de sitios. El aspecto de desolación que presentaba al iniciarse los trabajos de desescombro era realmente extraordinario. Por fortuna, la estructura de hormigón armado resistió admirablemente, a pesar de la importancia de voladuras muy próximas, y solamente los impactos directos de grandes proyectiles produjeron la rotura de pilares o vigas; pero sin que se transmitiesen sus efectos más allá del elemento directamente alcanzado. (Arquitectura 6/1941)
La reconstrucción se llevó a cabo bajo la dirección del mismo Pascual Bravo, teniendo que sustituir el ladrillo de sus fachadas por un chapado de cantería, al haber desaparecido la fábrica que lo producía. El 12 de octubre de 1943, buscando el efecto propagandístico de coincidir con la “Fiesta de la Raza”, Franco inaugura el edificio junto con las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias y Farmacia, Ingenieros Agrónomos, el Colegio mayor Ximénez de Cisneros, el Pabellón de Gobierno y los Campos de Deportes.
Bibliografía consultada:
Calvo González-Regueral, Fernando. La guerra civil en la Ciudad Universitaria. Madrid, La librería, 2012
Chías Navarro, Pilar. La Ciudad Universitaria de Madrid : génesis y realización. Madrid Universidad Complutense, 1986
Hacia el centenario : la Ciudad Universitaria de Madrid a sus 90 años / Carolina Rodríguez-López y Jara Muñoz Hernández (eds.) Madrid : Ediciones Complutense, 2018
Rodríguez López, Carolina. Paisajes de una guerra: la Ciudad Universitaria de Madrid : [exposición], 22 de abril-15 de julio de 2015 ... Centro de Arte Complutense. Universidad Complutense, 2015
Sánchez de Lerín García-Ovies, Teresa. Modesto López Otero: vida y obra. Tesis UPM, 2000
Torres Santo Domingo, Marta. Libros que salvan vidas, libros que son salvados: La Biblioteca universitaria en la Batalla de Madrid. En: Biblioteca en guerra. Madrid, Biblioteca Nacional, 2005